Respuesta




Él, esperaba paciente en aquel Bar donde se servía el verdadero café colombiano que cada mañana  lo hacía sentir tan bien. El diario a un costado y su agenda abierta lo acompañaban. Una música instrumental de fondo, recordaba a Piazzola y el aroma especial del lugar, mezcla de distintos olores, ofrecía un ambiente acogedor para la espera.

Le había enviado un e-mail en el que le confesaba su amor, después de largos meses de conquista tácita y virtual. Tras ello,  había llegado el día propuesto y aceptado para recibir la respuesta. Ella, se insinuaba como mujer difícil para establecer una relación con el sexo opuesto. La separación cruel que la abatiera durante mucho tiempo, seguida de un fulminante divorcio le jugaba en contra. Afortunadamente, de esa  unión no quedaba descendencia. Él, tuvo sus amoríos pero nunca se había enamorado. Ahora era distinto. No podía explicarse el embrujo que lo mantenía pendiente de cada palabra, acción o propuesta suya. Sus encuentros reales motivados siempre por razones de trabajo se fueron haciendo cada vez más amenos y la intimidad terminó por invadirlos ante la silenciosa complicidad de ese Café

Un poco de temor oprimía el pecho del declarante y el tiempo se empecinaba en demorar el encuentro. Divagaba en reflexiones vanas, cuando de repente, Ella entró por la antigua puerta del Bar, ubicada en una esquina donde dos calles muy transitadas se encontraban y la acera pululaba de gente.

Se arregló el pelo y decidida, con una insinuada sonrisa, encaró hacia la mesa dónde Él la esperaba. No se sentó, provocando estupor en el joven. Le tomó la mano y la sintió fría. “¿No te quedas, preguntó?” “No puedo”, respondió Ella, “Me ha surgido un inconveniente y te he venido a avisar”, aclaró. Ante la mirada desconcertada de su interlocutor, la mujer se apresuró a decir: “Te he enviado un e-mail, ábrelo cuando llegues a la oficina” y despidiéndose con un agitar de manos, se marchó. Él se quedó boquiabierto y al instante reaccionó rápidamente. Pagó su café, guardó su agenda y olvidó su diario. Salió presuroso, sin admirar como siempre, el fino marco de gruesa madera de nogal que sostenía la salida.

Ya frente a su Notebook, se llevó las manos al pecho como queriendo sujetar su corazón, mientras leía: “Mi respuesta es afirmativa, es sí, sí, sí. Yo también te amo. Te espero esta noche a las 21 hs en casa”. Era la primera vez que entraría a su departamento. Allí, la besaría y abrazaría hasta el hartazgo. Su mente acababa de iniciar la cuenta regresiva. Lejos, Ella caminaba sin rumbo, con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, presuponiendo la actitud de aquel hombre que le había devuelto su fe en el amor.

2012 



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Comentarios

  1. Respuestas
    1. Gracias a ti amiga por darte una vuelta por mi Blog. Abrazos.

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  2. no hace falta que se publique mi comentario anterior ya que su objetivo era el de informar a la propietaria del blog sobre el problema que encontré en el mismo. muy bueno su sitio.

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Alimento del alma

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Del pintor italiano, Charles Edward Perugini (1839-1918)