Desde el afuera




Desde la barranca rosarina, con el incipiente frescor del atardecer Eloísa Díaz Peral, perdidos sus ojos azules en las aguas marrones del río Paraná, asistía a la solemne ceremonia preparada por aquel valiente abogado devenido en  General, quien airadamente, según su pensamiento, se proponía enarbolar una bandera propia en estas tierras. Eloísa era huérfana de padres ya que ambos habían muerto por distintas causas, dos años atrás, casi con el nacimiento del primer gobierno patrio.
Los pocos parientes conocidos de los que tenía noticia estaban  muy lejos, allende los mares y nada sabía de ellos.  Robustiana, aquella mestiza que la había criado tuvo que hacerse cargo de ella cuando quedó sola a los once años. Toda una señorita que atender y cuidar. Pero lo había preferido así, antes que su niña partiera para el hospicio o la metieran de monja los amigos de sus patrones. Embustera como era se había inventado una historia de papeleo para disuadirlos. Así las cosas, aquel 27 de febrero de 1812 había llevado a la jovencita al acto militar, porque Robustiana era bien criolla y apoyaba la causa de la revolución, cosa que trataba de imponer a Eloísa, quien desconfiaba de todo. "Vamos m´hija, mire la bandera que está izando Don Cosme Maciel", "¡Qué honor!" agregó la mujer y por lo bajo le susurró a la joven: "Es suya también". Cuando el paño de algodón teñido de celeste, como el cielo, en una de sus franjas, llegó a lo alto del mástil, el Gral. Manuel Belgrano instó a sus soldados, diciendo con vehemencia: ". . . Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!"

Robustiana, también lo murmuró, porque los que juraban la bandera eran sólo los militares que integraban las baterías allí concentradas. Su ahijada se persignó, y  mirando al cielo, dijo muy por lo bajo: "Perdón, padre, ¡Viva la Patria!", mientras la albi-celeste ondulaba brillante en aquel atardecer de verano y sus ojos azules como el mar se enamoraban de su apuesto creador.
2013

Cuento de ficción basado en datos y hechos históricos.



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Alimento del alma

Alimento del alma
Del pintor italiano, Charles Edward Perugini (1839-1918)