Todas las mañanas pasaba por la misma esquina rumbo
a su trabajo. Un día, tropezó con Ella. Se disculpó y pensó que su cara no le
era extraña. Una tarde, en otro lugar, volvieron a encontrarse bajo una
torrencial lluvia que calaba los huesos. Ella lucía empapada, quietecita,
esperando el bus. Se acercó a la fila de personas y la cubrió con su paraguas,
un rato. Cuando la mujer ascendió al transporte, Él, se despreocupó y siguió su
camino hasta la cochera donde había dejado su automóvil para protegerlo. Dos años
habían transcurrido desde aquel tropezón y no tuvo problemas para reconocerla,
sin embargo no lograba ubicar tiempo, ni modo, ni lugar, donde la hubiese visto
por primera vez. Terminó por convencerse que le recordaría a alguien parecido.
Una noche de invierno, las sirenas ululantes quebraron el silencio de aquel
barrio. Rápidamente lo trasladaron hasta el Hospital donde lo esperaba un
revuelo de uniformes, verdes, lilas, blancos. Vio todo negro y no recordó nada
más. Entre tinieblas y cuerpos nebulosos, un rostro conocido se le presentó.
Era Ella, que aparecía y se esfumaba, pero esta vez, le decía: "Vamos,
vamos, ya pasó todo, despierte, despierte. . ."
2011
Bonita historia, suerte se salvó.
ResponderEliminarBesos, feliz año
Vero, querida, tanto tiempo. Estaba pensando en ti en estos días. Gracias. Un abrazo amiga
EliminarUna historia que si no fuera real,bien podría serlo.
ResponderEliminarabrazo Fiaris
¡Gracias, amiga y vecina! Un abrazo Fiaris.
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